Cuando el pasado 19 de septiembre la erupción volcánica comenzó en La Palma, hacía varios días que los pobladores de las zonas donde se estaban registrando los sismos habían sido desalojados.
La parte de la isla, hoy devastada por la lava, era eminentemente rural por eso la presencia de los animales domésticos era abundante y esa circunstancia alertó a quienes dedican parte de su tiempo a la protección de la naturaleza.
Es el caso de Imanol Jiménez y Sara Hernández, presidente y voluntaria de la Asociación de Animales Abandonados de La Palma que encabeza hoy la atención de aquellos animales a los que la erupción los ha dejado sin hogar.
Antes del comienzo de la actividad eruptiva, esta organización sin ánimo de lucro atendía a unos cuarenta perros, sin embargo, hoy esa cantidad se ha multiplicado por tres, incluyendo a aves y ganado que se encontraba en peligro en la vertiente oeste de La Palma.
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El rescate de los animales supuso una lucha contra el tiempo, pero también un desafío logístico para alojarlos y alimentarlos, aunque según señala Sara Hernández, las donaciones han sido extremadamente generosas, llegando desde dentro y fuera de las Islas Canarias. También han sido innumerables las personas que se han ofrecido como voluntarios para colaborar en el cuidado de los nuevos inquilinos del refugio.
Tanto Imanol como Sara coinciden en que su trabajo no terminará cuando la erupción acabe, porque la mayoría de los animales que ahora cobijan, formaban parte de familias que han perdido sus casas y no parece cercano el momento en que las recuperen.
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En todo caso no hay manera de saber cuánto tiempo le queda a la erupción y los habitantes de La Palma no van a descansar tranquilos hasta que la tierra nuevamente se cierre, hasta entonces Sara, Imanol y otros tantos ciudadanos como ellos, pondrán todo su esfuerzo en mejorar la vida de esta pequeña y valiente isla.