La familia era prioridad para la mexicana Brenda Jasso cuando emigró a Estados Unidos. A los 25 años esperaba el segundo de sus tres hijos. Para su primogénita a la misma edad, la prioridad es trabajar. La familia puede esperar.
En momentos en que la población mundial se acerca a los 8.000 millones de personas, más gente elige, o se ve obligada, a emigrar en busca de oportunidades. Una decisión que termina alterando las prioridades familiares.
Nacida en México, pero criada enLos Ángeles, Citlali de La Rosa cree que la experiencia como hija de padres migrantes en un país del primer mundo la moldeó convirtiéndola en una mujer orientada al crecimiento profesional, para quien la idea de una familia grande está pasada de moda y es incompatible con la realidad.
El cambio del patrón demográfico es, para ella, una marca de su generación.
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Los jardines de su calle en El Monte, el suburbio de Los Ángeles donde se crió, ya no están plagados de niños jugando como en su infancia. En las aceras no se ven mujeres con coches de bebé como en el pasado. La escuela del vecindario cerró por falta de niños.
"Ninguna de las vecinas aquí con las que crecí ha tenido hijos", dice De La Rosa.
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"Si mi carga de trabajo son más de 50 horas a la semana, ¿qué tiempo le voy a dar a un bebé?", comenta, mientras su madre al lado remata: "¡Yo tampoco tenía tiempo!".
El diálogo entre madre hija en materia de familia es casi un duelo lírico.
Mientras De La Rosa insiste en su aspiración profesional, su madre presiona "con uno que tengas...". Pero la primogénita le agrega un nuevo significado al concepto de familia: "Las empresas son mis bebés".
- "No quería esa vida" -
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Brenda Jasso emigró a Estados Unidos en los años 1990, cuando su hija tenía tres años. Su marido decidió dejar su natal Nayarith para probar suerte en el primer mundo, y Jasso, sin estar convencida, le siguió "para no separar a la familia".
Se repartieron en varios empleos y aumentaron la prole con dos hijos que De La Rosa comenzó a cuidar desde adolescente mientras sus padres trabajaban en el sector de limpieza.
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"Fue algo que me hizo reflexionar que yo no quería esa vida. Yo no quería pasar tiempo fuera de mis hijos. Mis papás trabajaban mucho entonces no teníamos esa calidad de vida", dice en espanglish.
De La Rosa, que vive con su novio, no descarta tener "un único hijo" a futuro. "Pero no me veo teniendo una familia grande, menos en el estado en que vivimos y viendo la economía".
Es algo que ella dice conversar con amigos de su edad, así como la preocupación por un planeta saturado y lo difícil que es para los hijos de emigrantes igualarse a sus pares locales.
"Una parte de mí se siente en el limbo. Los Ángeles es todo lo que conozco (...) pero no congenio todavía con el ambiente porque estando aquí toda mi vida, no tengo los mismos derechos", dice.
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- "Anhelo" -
"Hoy en día piensan así, pero nosotros no pensábamos así", cuenta Jasso soltando una carcajada. "Primero teníamos los hijos, después nos preguntábamos cómo hacer", completa antes de entrar nuevamente en un toma y dame con su hija sobre la importancia de tener descendencia.
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Diferencias aparte, Jasso entiende cómo sus hijos fueron impactados por tener padres migrantes.
"Ese anhelo que tienes al venir a este país para darles a tus hijos lo mejor a veces hace en que se pierda esa convivencia de familia porque no tienes tiempo para estar con tus hijos porque tienes dos trabajos", cuenta Jasso.
"Creo que nosotros los latinos no superamos el ritmo de aquí".
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