
Khin Aung, un obrero birmano, escapó de la muerte por minutos cuando el terremoto que sacudió Bangkok derrumbó el rascacielos en construcción donde trabajaba. Sin embargo, su hermano y varios de sus compañeros quedaron sepultados bajo los escombros.
"Todo ocurrió en un parpadeo", relata Khin Aung, quien acababa de salir de su turno a la 1:00 p.m. del viernes. Minutos después, un violento sismo —con epicentro en Birmania, a mil kilómetros de distancia— redujo el edificio de 30 plantas a una montaña de hierros y hormigón.
Mientras las autoridades confirman al menos cinco muertos entre los trabajadores, se teme que la cifra aumente, ya que cerca de un centenar permanecen atrapados. Entre ellos está el hermano de Khin Aung, con quien se cruzó en la puerta del edificio momentos antes del derrumbe.
"Llamé a mi hermano y a mis amigos, pero solo uno respondió. Escuché que corría… luego la llamada se cortó y el edificio colapsó", recuerda con angustia.

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Esperanza y desesperación
Familiares de las víctimas se agolpan cerca de los escombros, esperando noticias. Chanpen Kaewnoi, una tailandesa de 39 años, busca desesperadamente a su madre y hermana, quienes estaban en el edificio. "Todavía tengo fe, un 50 %", dice entre lágrimas.
El sismo dejó más de mil muertos en Birmania y al menos diez en Bangkok, aunque el balance final podría ser mucho más grave. Mientras los equipos de rescate trabajan con precaución para evitar nuevos derrumbes, Khin Aung se aferra a una tenue esperanza: "Si están en el hospital, hay chance. Si siguen ahí abajo…".
La tragedia expone los riesgos que enfrentan los trabajadores migrantes, muchos birmanos, que construyen los modernos rascacielos de Bangkok en busca de mejores oportunidades. Para Khin Aung, la suerte lo salvó a él, pero no a su familia.