Los iraníes votaron el viernes para renovar el Parlamento y la Asamblea de Expertos, en unas elecciones que se prevén marcadas por la baja participación y un refuerzo del poder de los conservadores.
Como marca la tradición en la República Islámica, el líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, dio el pistoletazo de salida a los comicios al depositar su voto poco después de las 08H00 locales (04H30 GMT) en un colegio electoral en el centro de Teherán.
Las urnas cerraron a medianoche (20H30 GMT) "debido a la gran participación de la nación", indicó el Ministerio del Interior.
Más de 61 millones de personas de una población de 85 millones han sido llamados a elegir los 290 escaños del Parlamento y los 88 miembros de la Asamblea de Expertos, un órgano clave encargado de designar al líder supremo.
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Son las primeras elecciones desde las masivas protestas desencadenadas por la muerte en custodia de la joven Mahsa Amini en 2022, arrestada por presuntamente incumplir el código de vestimenta que obliga a llevar el velo.
También llegan en un momento de dificultades económicas por la elevada inflación y las sanciones estadounidenses contra Teherán, y en plenas tensiones geopolíticas por la guerra entre Israel y Hamás.
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La participación, el principal desafío de estos comicios, fue de "más de 40%", indicó la agencia Fars, celebrando "el fracaso del plan de boicot de las elecciones impulsado por enemigos extranjeros".
En las últimas legislativas de 2020, en medio de la pandemia de covid-19, solo un 42,57% de electores votaron, la peor tasa de participación desde la Revolución Islámica de 1979.
Obediencia y descontento
En un colegio electoral del sur de Teherán, una maestra de 35 años, que se limitó a dar su apellido, Moradiani, indicó a AFP que había votado porque "el guía supremo dijo que participar era una obligación para todo el mundo, como rezar".
En cambio, Hashem, un artista de 32 años de la región de Kuzestán, en el suroeste, comentó que "mucha gente no vota porque están descontentos con la situación política y económica", con "unos precios que aumentan cada día" a causa de la inflación, que roza el 50%.
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"Imaginemos que voto, ¿de qué serviría? Los [representantes] electos no cumplen sus promesas", denunció Hanna, una estudiante de 21 años de Kurdistán, en el oeste del país.
Para el poder iraní, la participación es una prueba de legitimidad en la escena internacional, marcada por fuertes tensiones regionales desencadenadas por la guerra en Gaza.
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El ayatolá Jamenei insistió en que "es importante mostrar al mundo que la nación está movilizada".
"Los enemigos de Irán quieren ver si el pueblo está presente" pues, de no ser así, "amenazarán su seguridad de una forma u otra", advirtió.
Por su parte, el ejército ideológico de la República Islámica señaló que una "fuerte participación" desalentaría los intentos de "injerencia extranjera".
Candidatos inhabilitados
Los resultados de la votación se esperan el domingo o el lunes, pero difícilmente perturbarán la balanza de fuerzas en el Parlamento, donde conservadores y ultraconservadores disponen de más de 230 de los 290 escaños.
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Los candidatos deben ser aprobados por un consejo cuyos miembros son nombrados o autorizados por el líder supremo. En esta ocasión dieron luz verde a 15.200 aspirantes de los 49.000 que se postularon.
Como en los últimos comicios de 2020, numerosos candidatos de formaciones centristas, reformistas y moderadas fueron descalificados en el proceso.
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La coalición Frente de las Reformas desistió de participar en unas "elecciones sin sentido, no competitivas e inútiles".
El expresidente reformista Mohammad Jatami dijo el mes pasado que Irán estaba "muy lejos de unas elecciones libres y competitivas", según una cita del diario conservador Javan.
Los conservadores mantendrán con toda probabilidad su firme control sobre la Asamblea de los Expertos, conformada únicamente por académicos islámicos varones.