Howard Boulton fue uno de los venezolanos que, aquel martes 11 de septiembre del año 2001 , falleció tras el ataque terrorista cometido por Al Qaeda.
Él tenía 15 años viviendo en Estados Unidos, la mitad de ese tiempo en la ciudad de Nueva York, donde trabajaba en Euro Brokers, una empresa dedicada al mercado de valores.
Esa mañana, temprano como siempre, tomó los dos ascensores que lo llevarían hasta el piso 84 de la torre sur del World Trade Center, donde apenas unos minutos después vio por una de las ventanas cómo salía humo de la torre norte, imaginando que era un accidente menor.
“Creo que pensó que le había pegado un Cessna, una avioneta pequeña, al otro edificio, había mucha confusión”, asegura Alfred Boulton recordando lo que fueron esos momentos vividos por su hermano aquel 11 de septiembre.
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No obstante, a pesar de que pensó que no era nada grave, igual buscó bajar hasta planta baja y lo hizo junto a su socio, pero al descender unos pocos pisos, la propia seguridad interna del edificio sugirió que era mejor permanecer en la oficina porque caían muchos escombros de la otra torre.
“Cuando regresan es cuando les impacta el avión un poco por debajo de donde estaban (…) y de nuevo intentan bajar, lo que pasa es que tenías que escoger las escaleras correctas, las que no se estaban quemando”, dijo.
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La llamada telefónica
Su hermano lamenta que ese día no haya podido hablar con él, sin embargo, sí recuerda que la esposa y un amigo que se encontraba en Venezuela sí pudieron. "Lo último que supimos, cinco minutos antes que cayeran las torres, es "se está quemando la oficina, nos vamos a morir"".
Alfred estaba en Venezuela ese día pues se encargaba de los negocios familiares relacionados con la producción de alimentos y, como estaba en una finca en el occidente del país, sin televisor, se enteró a las horas por teléfono de todo lo que estaba ocurriendo en Nueva York.
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“Me contaron, se cayó la torre sur, me preguntaron dónde trabajaba tu hermano, y dije, la torre sur, y en ese momento sentí como que me pasó algo por dentro, así como que me pasó su espíritu, fue algo extraño”, agregó.
En ese momento fue a Caracas para apoyar a su madre y desde allí, con la ayuda de amigos, inició una búsqueda en Estados Unidos por hospitales. Sin embargo, a los días entendieron lo que había pasado, confirmado además meses después.
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“A los 9 meses consiguieron un brazo que identificaron por el anillo de matrimonio, eso fue cremado y esas cenizas las enterramos justamente en la finca de San Carlos y encima sembramos una mata de mango porque a él le gustaban muchos lo mangos (…) pero bueno esa finca se perdió por las circunstancias del país, lamentablemente”, agregó.
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