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Historiador revela cifra aterradora de cuántos jefes nazis se suicidaron tras Hitler

Si se habla de la población alemana en general, algunos historiadores sugieren que el número total de suicidios podría haber alcanzado los 50.000.

El canciller alemán Adolf Hitler da el saludo nazi durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Berlín el 1 de agosto de 1936.
Como todas las utopías, el ideal olímpico a menudo ha chocado con la realidad: bombardeos, boicots y tomas de poder por regímenes dictatoriales son tanto parte de la historia de los Juegos como las hazañas y récords de los campeones.
Foto: AFP

El historiador francés Philippe Valode, reconocido por su vasta obra sobre la Segunda Guerra Mundial, desvela en su más reciente libro, Prefirieron morir, un capítulo poco explorado del final del Tercer Reich: el suicidio masivo como "solución final" entre los altos cargos nazis.

Según Valode, el suicidio de Adolf Hitler el 30 de abril de 1945 no solo marcó el ocaso del régimen nazi, sino que desató una ola de suicidios entre sus más estrechos colaboradores.

Valode estima que alrededor de 200 líderes nazis se quitaron la vida en 1945, utilizando en su mayoría cianuro, pistolas Luger y, en menor medida, la soga. Esta cifra, sin embargo, podría ser solo la punta del iceberg, pues al abrir el foco hacia la población alemana en general, algunos historiadores sugieren que el número total de suicidios podría haber alcanzado los 50.000, incluyendo a mujeres y jóvenes de las Juventudes Hitlerianas.

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Las razones detrás de estos suicidios fueron diversas, desde el temor a enfrentar el castigo de los Aliados hasta la incapacidad de aceptar la derrota y la destrucción del Estado nacionalsocialista. Además, la amenaza de violaciones masivas, utilizadas como arma de guerra, exacerbó la desesperación, llevando a numerosas familias a optar por el suicidio colectivo.

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La brutalidad de la época quedó reflejada en eventos como el último concierto de la Filarmónica de Berlín, el 12 de abril de 1945, que culminó con la distribución de ampollas de cianuro entre los asistentes, mientras las tropas soviéticas se aproximaban a la ciudad.

Aunque los Juicios de Núremberg llevaron a 200 dirigentes nazis ante la justicia y se impusieron 5.000 condenas en las zonas de ocupación aliadas, Valode cuestiona la efectividad de la desnazificación en Alemania.

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Según el historiador, gran parte de los funcionarios y colaboradores del Tercer Reich no fueron sancionados, y muchos continuaron con sus vidas, ocupando incluso altos cargos en la posguerra.

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Casos como el de Heinrich Lübke, quien pasó de diseñar los barracones de los campos de concentración a ser presidente de la República Federal de Alemania (RFA), o Kurt Georg Kiesinger, conocido como 'el Goebbels del extranjero', que llegó a ser canciller federal en 1966, son solo algunos ejemplos que Valode utiliza para ilustrar lo que describe como un "fracaso" en la desnazificación.

El análisis de Valode arroja luz sobre un aspecto sombrío del final de la Segunda Guerra Mundial y plantea preguntas inquietantes sobre la capacidad de la justicia de la posguerra para lidiar con la magnitud del régimen nazi y sus crímenes.

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