Una vez que llegan al piso 57.º, los turistas avanzan con paso seguro sobre una cuerda recia suspendida en el vacío. Su objetivo: sentir la adrenalina y disfrutar de emociones fuertes en lo alto de este edificio en el sur de China.
La torre Cantón, en la ciudad del mismo nombre, tiene una altura de 600 metros (con antena de televisión incluida). Es un edificio futurista, que forma parte del perfil de esta gran urbe de 15 millones de habitantes. Fue terminada en 2010 y entonces era la torre más alta del mundo.
Armados con casco y arnés, los intrépidos escaladores pueden ascender por su estructura sinuosa y disfrutar de una vista de la ciudad que corta la respiración.
"Nunca he vivido una experiencia tan excitante", dice a la AFP Peng Xin, llegando al piso 33, a unos 200 metros del suelo.
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¿Qué le llevó a afrontar este desafío? "Probar cosas nuevas", dice este joven, amante de los parques de atracciones, que se jacta de haber visitado la mayoría de ellos.
Para vivir esas sensaciones extremas en la torre más alta de Cantón, hay tres recorridos posibles. El precio de la aventura es de 688 yuanes (88 euros, 107 dólares).
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Y la condición principal: no tener vértigo, ya que el punto más alto de los recorridos se sitúa a 298 metros del suelo.
A lo largo del camino, un entrenador da instrucciones y explica cómo superar los diferentes obstáculos: andar en equilibrio sobre una cuerda, bajar en rapel...
"Las consignas son muy claras y están bien detalladas", dice Li, otro turista.
"Y la seguridad es muy buena", asegura.
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En un momento de la ascensión, una escaladora palidece. No puede literalmente seguir avanzando. "Pensaba que sería lo suficientemente valiente, pero mis piernas se niegan a continuar", lamenta.