Hace 129 millones de años caminaba por la serranía de Cuenca (centro de España) un dinosaurio terópodo (bípedo). Lo que hace especial a este ejemplar es que tenía una pata herida o con alguna malformación, que dejó plasmada en sus huellas, las cuales fueron estudiadas por un grupo de científicos españoles.
La investigación que publica la revista Plos y está encabezada por Carlos Herrera-Castillo de la Universidad Autónoma de Madrid, encuentra en las huellas evidencias de ese problema en la pata del animal y cómo adoptó una marcha anormal en respuesta esa lesión.
El rastro está compuesto por un conjunto de seis huellas que se encuentra en el yacimiento paleontológico de Las Hoyas y fue dejado por un tipo no identificado de terópodo, al que pertenecen algunas de las especies más famosas de dinosaurios, como el Tyrannosaurus Rex o el Velociraptor, que caminaban sobre las patas traseras y tenían dientes afilados para la caza.
Las huellas fósiles son una buena fuente de información sobre el comportamiento de los animales extinguidos, y los autores usaron diversas técnicas para describir y modelar los restos para compararlas con otros.
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El rastro dejado por el pie derecho muestra tres dedos, pero en el pie izquierdo el dedo más interno está representado por marcas extremadamente cortas y de forma irregular en el sedimento, lo que indica una lesión o deformidad.
Además, las huellas están más espaciadas que las típicas de los terópodos, lo que indica que este dinosaurio ajustó su marcha para compensar su pie lesionado, teoría reforzada por ciertas deformaciones en las huellas de la derecha, que sugieren que el animal ponía más peso en ese lado.
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Los autores señalan que también se observan deformidades similares en los dedos de los pies y comportamientos compensatorios parecidos en las aves modernas, y que los pies fósiles de terópodos se encuentran a menudo con lesiones en los dedos más internos.
En conjunto, estas pruebas arrojan luz sobre cómo este dinosaurio, y tal vez muchos otros, encontraron formas de sobrevivir a pesar de los reveses patológicos, según los autores.
El dinosaurio dejó su rastro mientras caminaba lentamente, a unos cuatro kilómetros por hora, por una zona de aguas poco profundas hacia la fuente de agua principal.
En la investigación participó también el Instituto Geológico y Minero de España y la Universidad de Barcelona.
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