La jueza Amy Coney Barrett, a la que Donald Trump desea ver entrar a la Corte Suprema de Estados Unidos antes de las elecciones del 3 de noviembre, soporta este martes una ráfaga de preguntas en el segundo día de su audiencia en el Senado.
La magistrada conservadora de 48 años, muy apreciada por la derecha religiosa, fue nombrada el 26 de septiembre por el presidente republicano para suceder a la jueza feminista y progresista Ruth Bader Ginsburg, fallecida ocho días antes.
Acompañada de seis de sus siete hijos, la católica ferviente se presentó este lunes ante el Senado, encargado por la Constitución para avalar su nombramiento.
En esa ocasión, los 22 miembros de la comisión jurídica de la Cámara Alta, exhibieron la profunda división partidista que despierta su candidatura.
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Los republicanos, mayoritarios en el Senado, elogiaron una jurista "brillante", una mujer "excepcional", una "superestrella legal, que, a su juicio, sabrá defender las libertades religiosas.
Del otro lado, los opositores demócratas, que tienen pocas herramientas para bloquear su confirmación, fustigaron un calendario de audiencias "irresponsable", en plena pandemia, en tanto tres senadores republicanos dieron positivo del nuevo coronavirus a inicios de mes.
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Al señalar que más de 50 personas estaban reunidas en una sala por muchas horas, la senadora Kamala Harris, compañera de fórmula deBiden y que habló por videollamada, reprochó a los republicanos "poner en peligro" al personal del Congreso.
También acusaron a Trump y los republicanos de despreciar a los electores, que ya empezaron a sufragar por millones, por correo o a través del voto anticipado, y denunciaron un proceso de confirmación "ilegítimo" tan cerca del escrutinio.
Es improbable que cuatro días de audiencias cambien la opinión de los senadores, salvo una sorpresa mayúscula, y los demócratas, que ocupan 47 escaños en el Senado, frente a 53 de los republicanos, no tienen poder para bloquear la confirmación de Barrett.
"Su fe"
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En un país donde sólo un cuarto de la población se dice atea o sin religión, los demócratas tuvieron cuidado de no atacar a la magistrada por sus convicciones religiosas, que según sus detractores influyen sobremanera en su lectura del derecho.
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"Su fe no debe ser tomada en consideración", dijo durante un acto de campaña el rival de Donald Trump, Joe Biden, que es un católico practicante.
Harris, su compañera de fórmula, empleó, como sus otros correligionarios en el panel, otro ángulo de ataque: la defensa de la ley del expresidente Barack Obama que extendió la cobertura sanitaria a millones de estadounidenses.
Los republicanos han intentado de distintas maneras, en el Congreso y ante la justicia, de echar por tierra esta ley, llamada "Obamacare".
Uno de sus recursos debe ser examinado en noviembre por la Corte Suprema, que, según los demócratas, anularía la ley si la jueza Barrett participa de la decisión.
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Ella "dijo que quiere deshacerse" de la Obamacare, aseguró Biden, quien fue vicepresidente de Obama.
"Originalista"
Sin entrar en ese debate, eventualmente ineludible en las sesiones de preguntas el martes y miércoles, la magistrada se comprometió el lunes a "aplicar la Constitución y las leyes tal como están escritas".
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Esta lectura de la ley, conocida como "originalista", es muy apreciada en círculos conservadores, que critican a la Corte Suprema por alejarse del pensamiento de los fundadores de Estados Unidos para cambiar ciertas leyes, en particular en lo referente al aborto o al matrimonio entre personas del mismo sexo.
Donald Trump, a la zaga en los sondeos frente a Biden, se jactó de su nominación para galvanizar a su electorado de derecha, que con frecuencia son evangélicos o católicos tradicionalistas.
"Va a ser una jueza fantástica", predijo el mandatario el lunes en un mitin en Florida, el primero desde que dio positivo de COVID-19 el 2 de octubre.
"Ya tenemos tres", agregó, en referencia a los otros dos jueces conservadores, Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh, que se elevaron a la Corte Suprema desde su elección en 2016.
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Si la juez Barrett se une efectivamente a ellos, el templo del derecho estadounidense tendrá seis magistrados conservadores de nueve, una sólida mayoría que podría hacer perdurar el impacto de Donald Trump en Estados Unidos por muchos años después de su paso por la Casa Blanca.
El voto final del Senado debería tener lugar, salvo una sorpresa, la semana próxima.
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