
A lo largo de la historia, la Tierra ha sido escenario de devastadores terremotos . Desde el sismo de 9.1 grados en el Océano Índico (2004) que provocó un mortífero tsunami, hasta el reciente terremoto en Birmania (Myanmar) y en Tailandia, estos fenómenos naturales cuánto daño pueden llegar hacer.
Sin embargo, ninguno supera en letalidad al terremoto que sacudió la provincia china de Shaanxi el 23 de enero de 1556, considerado el más mortífero de todos los tiempos con un estimado de 830,000 víctimas fatales, aunque algunas fuentes históricas elevan la cifra hasta el millón de muertos.
El terremoto, con una magnitud aproximada de 8.0 grados en la escala Richter, ocurrió en la madrugada, sorprendiendo a los habitantes mientras dormían. En cuestión de minutos, pueblos enteros desaparecieron bajo los escombros. La mayoría de las víctimas perecieron aplastadas por el colapso de sus viviendas, muchas de ellas construidas en adobe o en yaodongs (habitaciones excavadas en laderas de loess), que si bien ofrecían protección contra el clima, resultaron mortales ante el violento movimiento telúrico.

La destrucción fue total en un área de más de 500 kilómetros cuadrados, donde prácticamente no quedó estructura en pie. Los relatos históricos describen cómo montañas enteras se desplazaron y nuevos barrancos aparecieron de la noche a la mañana. La ciudad de Huaxian, epicentro del sismo, quedó completamente destruida, con el 60 % de su población muerta.
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Las consecuencias del terremoto se extendieron mucho más allá del impacto inicial:
- Crisis humanitaria: Las réplicas continuaron por meses, imposibilitando las labores de rescate y reconstrucción
- Colapso económico: La destrucción de sistemas de riego y tierras cultivables provocó hambrunas que duraron años
- Cambios geográficos: El curso de ríos se modificó y algunas elevaciones desaparecieron completamente
- Impacto cultural: El evento quedó registrado en numerosos documentos de la dinastía Ming como "la gran calamidad"