Por los constantes ataques en la ciudad de Avdiivka en Ucrania, en donde la guerra se siente todos los días desde el 24 de febrero de 2022, esta región se ha convertido en un lugar fantasma en donde solo unos pocos se atreven a vivir
Los pocos habitantes que quedan se encierran en los sótanos de los edificios sin agua ni electricidad, con el temor a convertirse en víctimas colaterales de los duelos de artillería constantes
El pasado 8 de febrero, un equipo de periodistas de AFP pasó la mañana en la ciudad de Avdiivka, para vivir en carne propia la cotidianidad de estas personas
A las 8:39 de la mañana, un incendio causado en la noche del 7 de febrero por un cohete, todavía consume la estructura de un apartamento sin que nadie pueda hacer nada, más que ver la columna negra de humo que sale de allí
La ausencia de los bomberos en la región obliga a las personas a dejar que las llamas se extingan por sí solas, mientras consume todo a su paso
Frente a las pocas condiciones de vida que poseen, los habitantes deben salir en la madrugada a conseguir un poco de agua de la fuente principal de la ciudad para cubrir sus necesidades básicas
A las 9:28 a.m., Oleksander Lugovskykh, de 35 años, está sentado en el borde de la cama en el apartamento que comparte con su gato Tusik. Bajo una luz tenue, con una silueta escuálida, el hombre no parece preocupado por el humo sofocante que escapa de la estufa le da una larga pitada a un cigarrillo
Para ganarse la vida, Oleksander repara sierras. El trabajo depende de la luz diaria. "A las 14 horas la jornada está más o menos terminada", explica. "No hay nada por hacer. A las 16 horas ya es de noche"
Afuera, un viento gélido hace caer la temperatura a -18 ºC. Oleksander, antes albañil, afirma que el calor de la estufa hace la situación soportable durante el día. Por la noche no la usa
Le cuesta entender el sentido de esta guerra: "Son combates entre políticos para demostrar quién es más fuerte", dice, y alza los hombros
Siendo las 10:22 de la mañana, Svitlana, de 49 años, está desde temprano en la única tienda de Avdiivka. Escucha la radio sentada en medio de un surtido de lámparas, botas y cargadores solares
"De media, hay unos tres clientes por día. Es suficiente para que gane un poco de dinero. No quiero depender de la ayuda", explica
Cerca del mercado bombardeado, los habitantes se reúnen en el hueco de la escalera utilizando un generador para recargar los teléfonos móviles
En el exterior, elevan los aparatos hacia el cielo con la esperanza de recibir cobertura. A veces, con éxito
A unos pasos, Liubov Stepanova, de 71 años, recoge leña. La acompaña un carro estropeado que arrastró por la nieve desde el sótano que comparte con 20 vecinos
dice la jubilada, que trabajaba en la fábrica de carbón y productos químicos de Avdiivka
Sobre las 12:31 de la tarde, Vitali Sytnyk, de 55 años, se toma una pausa en el hospital central de Avdiivka. Sus marcadas ojeras revelan las largas jornadas y las noches en vela
La mayor parte del personal partió el año pasado debido a los bombardeos. Desde octubre es el único médico
A pesar del fuego cruzado, la clínica, que se encuentra a solo un kilómetro de las líneas rusas, se encuentra bien abastecida, asegura
Las detonaciones de morteros hacen temblar los cristales de las ventanas. Él aprieta una mano con la otra
"La gente está estresada", dice. "Vienen y piden antidepresivos y somníferos. Como médico, yo se los doy. Pero les digo: 'Para dormir bien, hay que irse'"
Fuera del centro, enciende un cigarrillo y muestra los daños causados por las bombas en dos pisos del hospital, donde solo está operativa la planta baja
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