Antakya, la antigua Antioquía bíblica y la capital de la provincia turca de Hatay, sigue siendo una ciudad fantasma un año después de los devastadores terremotos que golpearon el sureste de Turquía el 6 de febrero de 2023.
Mientras que en el resto del país la reconstrucción ya está en marcha, en esta ciudad de 300.000 habitantes ni siquiera ha terminado la recogida de escombros.
Tras el sismo, más de medio millón de habitantes abandonaron la provincia, cuya población total era de 1,8 millones, y aunque la gran mayoría ya ha regresado, pocos han podido regresar a sus hogares.
Unas 215.000 personas viven hoy en Hatay en casetas prefabricadas en 199 emplazamientos, casi el tercio de los 690.000 residentes de las 400 "ciudades de contenedores", como se conocen ahora estos asentamientos, en el conjunto de las 11 provincias afectadas, indican datos de AFAD, el servicio de emergencias turco.
Según AFAD, solo en esta provincia mediterránea murieron 24.000 personas, casi la mitad del total de 51.000 muertos registrados en Turquía en los seísmos del 6 de febrero de 2023.
Aunque Antakya se encuentra a cientos de kilómetros del epicentro de los seísmos, en la provincia de Kahramanmaras, más al norte, la destrucción fue aquí mucho mayor, ya que la ciudad se asienta justo encima de la falla que separa las placas tectónicas de Anatolia y Arabia.
Doce meses después, gran parte del casco histórico de Antakya sigue derruido, y de la parte moderna en la margen derecha del río no ha quedado piedra sobre otra, salvo en las colinas más alejadas, donde los edificios están intactos.
Lo que todavía nadie sabe es si la ciudad se reedificará como antes o se modificará el plano, y aunque se da por hecho que el casco histórico se preservará, los vecinos que habitan ahora en casetas dudan de que podrán volver un día a su barrio.
La municipalidad de Antakya sabe qué ocurrirá, porque gracias a una reforma legal de noviembre pasado, el Gobierno turco ha declarado "zona de reserva" un terreno de 207 hectáreas, que abarca prácticamente todo el centro moderno de Antakya, y su uso se decidirá desde Ankara.
Los vecinos que tenían propiedades allí podrán esperar a que se reconstruya la zona, lo que seguramente tardará años, o bien pueden optar por adquirir a bajo coste la propiedad de una nueva vivienda, pero solo una, en las barriadas que el Gobierno edifica ahora en la periferia de la ciudad.
En el segundo caso, probablemente podrán abandonar los "contenedores" el año que viene, pero deberán renunciar a lo que antes eran sus propiedades inmobiliarias. Hasta 50.000 vecinos de Antakya pueden perder así sus posesiones, ha denunciado el Colegio de Abogados de Hatay, que considera esta disposición un "atropello legal".
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