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Apicultura sostenible en Santander: madera decomisada se convierte en hogares para las abejas

La iniciativa también sirve de "incentivo económico" para las comunidades apicultoras que comercializan miel y otros productos derivados de las abejas, y contribuye a la polinización de los cultivos de alrededor, explica Perilla.

Panal de abejas
Panal de abejas / Imagen de referencia /
Foto: AFP

Cuatro depósitos situados en Santander están repletos de madera decomisada al mercado ilegal: son tablones que tendrán una segunda vida como hogar para las abejas, esenciales para el planeta pero que están amenazadas por el cambio climático y los agroquímicos.

En el departamento de Santander, la principal autoridad ambiental implementa desde 2021 la iniciativa "La madera vuelve a casa".

Al tiempo que es "sostenible" porque reutiliza la madera talada ilícitamente, el proyecto ayuda a mitigar el "problema sumamente grave" que supone el riesgo de extinción de las abejas, fundamentales para la biodiversidad y la agricultura por su función polinizadora, explica a la AFP el biólogo Germán Perilla, director de la fundación Honey Bee Impact.

Cerca del 90 % de las plantas silvestres y el 75 % de las cosechas mundiales dependen de la polinización, pero una tercera parte de las especies de abejas está en peligro de desaparición, según Naciones Unidas.

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En el municipio de Pinchote, los troncos se apiñan en el interior de grandes galpones de ladrillo vigilados por policías.

"Es madera que ha sido cortada ilegalmente, transportada y comercializada posteriormente por grupos que pretenden seguir deforestando", sostiene Alexcevith Acosta, director de la autoridad ambiental regional, la Corporación Autónoma de Santander (CAS).

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Tras el visto bueno de la justicia, la madera puede ser transformada en colmenas y así evitar que se pudra como en otras épocas.

La iniciativa también sirve de "incentivo económico" para las comunidades apicultoras que comercializan miel y otros productos derivados de las abejas, y contribuye a la polinización de los cultivos de alrededor, explica Perilla.

Del bosque al apiario

En un taller de Socorro, a 16 kilómetros de Pinchote, Perilla corta la madera y arma las cajas o apiarios como si fueran complicados rompecabezas.

El objetivo es que las abejas "estén cómodas en su colmena" y puedan tener más espacios para reproducirse, señala.

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El biólogo también se encarga de "capacitar a la gente" que recibe sin costo los apiarios, claves para la "seguridad alimentaria" en el planeta, sostiene.

Al año la CAS decomisa 1.000 metros cúbicos de madera en unas diez operaciones contra la deforestación y el tráfico irregular en la región.

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A escala nacional, casi la mitad (47 %) de la madera comercializada en el país es de origen ilegal, según las cifras más recientes del Ministerio de Ambiente en 2021.

El país perdió 123.517 hectáreas de árboles en 2022, la mayoría en la Amazonía, la selva tropical más grande del mundo.

Cambio climático y colmenas envenenadas

El cambio climático reduce las floraciones y la disponibilidad de néctar para las abejas, y causa infertilidad entre las reinas por las altas temperaturas.

Otro de los grandes peligros que enfrentan estos insectos polinizadores es el envenenamiento por pesticidas.

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En febrero de 2023 Colombia prohibió el uso del Fipronil, una molécula vetada en Europa y responsable de la muerte de millones de abejas por intoxicación. La decisión, sin embargo, no entrará en vigor hasta febrero del año próximo.

María Zoila Acevedo, apicultora de Socorro y beneficiaria del programa "La madera vuelve a casa", fue una de las víctimas. Solo en 2023 perdió más de la mitad de sus colmenas por el uso de agroquímicos en cultivos vecinos como el café.

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Esta mujer asume la apicultura como un "compromiso" con el medio ambiente, pese al conflicto con otros campesinos que usan pesticidas por temor a perder sus cosechas por las plagas.

Según la autoridad ambiental, unas 3.000 colmenas mueren al año en Colombia, cada una con capacidad para albergar cerca de 50.000 abejas, a veces más. Pruebas de laboratorio realizadas en estos enjambres mostraron que la mayoría tenía rastros de Fipronil.

Acevedo se hizo apicultora no "tanto por el dinero, sino por (el miedo de) ver cómo poco a poco se han ido acabando" estos insectos.

"Las abejas son buenas para los humanos en todos los sentidos", insiste.

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En su jardín, además del material para extraer la miel, se apilan las colmenas envenenadas, en cuarentena antes de poder ser reutilizadas.

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