Con una oración, así inicia la jornada de varios caleños que han tomado la decisión dealimentar a aquellas personas que no tienen para comer , y no solamente habitantes de calle. También estudiantes sin dinero o aquellos ciudadanos que todos los días salen con el estómago vacío, una hoja de vida en la mano y en su corazón la esperanza de conseguir un empleo.
Durante la pandemia por el COVID-19, miles de personas se quedaron sin empleo y esto tocó el corazón de Esther Victoria, una publicista que le hizo la promesa a San Antonio, de no permitir que las personas se acuesten sin haber comido por lo menos un alimento en el día. Así fue como nació El pan de San Antonio.
"Esto es entre todos, debemos solidarizarnos con el dolor del otro y no podemos juzgar quién tiene hambre o no. Sencillamente les preguntamos: ¿necesitas o quieres un pan? y las personas con toda honestidad y cariños nos dicen sí o no", contó Esther a BLU Radio.
Con empuje, pidiendo ayuda a comerciantes y empresarios, logró conseguir seis triciclos. Cinco de ellos que recorren los barrios de Cali y otro que está a punto de transitar las calles de Jamundí. Pero, ¿quién los maneja? Todos los voluntarios que con amor y sin ánimo de lucro, se han sumado y cuyos corazones están llenos de experiencias gratificantes.
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"A veces hasta les da pena recibirlo y he visto la solidaridad en esas personas porque cogen para ellas pero piensan en el otro", Sandra Barrera.
"Un día encontré a una familia con un niño y el niño no tenía zapatos, yo le entregué el pan y me sonrió y eso me llenó bastante", Shirley Cerón. "También entregamos rosarios y le dice uno a la gente: ¿quieres uno? y responden sí, por favor, ¿me lo coloca? ore por mí y pídale a Dios que me bendiga", Dana Muñoz. "Lo más gratificante para mí es llegar al otro a través de un pan y con ello decirle: te quiero, eres importante, no estás solo", Ana Albán.
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"Alguien que lleva una semana sin comer, un simple pan no le va a calmar el hambre y por eso siempre me gusta darles dos o tres, pensando en el momento después", Cristian Castro. "Con la necesidad que yo sufría, me ponía en el puesto de las otras personas también y aunque yo necesitaba no estaba sufriendo demasiado y quería colaborar", Juan Carlos Martínez.
Actualmente, este grupo reparte 1.200 panes diarios, ya sea en el norte, oriente, oeste o sur de la ciudad. Durante el más reciente recorrido, encontramos a Walter Sterling, un escolta que se quedó sin empleo durante la pandemia. Fue así como terminó viviendo en la calle con su hija Aura y su perrito Mono. Ellos fueron algunos de los que recibieron pan.
"Eso es seguir a Cristo, es amar como lo hizo él alguna vez cuando estuvo aquí en la tierra, dio a comer al hambriento y eso es lo que hacen ellos", dijo Sterling.
"Recibí este pan porque Dios me lo da. Pasé por una situación muy difícil en la cual muchas veces me tocó aguantar hambre, pero Dios siempre estuvo ahí manifestándose para con nosotros", agregó su hija Aura.
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Otra de las personas que se alegró al ver los triciclos rodar por la Av. 6, fue Gustavo Yandún. Es un ciudadano ecuatoriano que se gana la vida vendiendo cholados en las calles de Cali y que a pesar de su persistencia y disciplina, muchas noches se ha acostado sin comer.
"Porque a mí no me gusta pedir. A veces se acerca alguna persona y me dice quiere esto o me ofrece y ahí sí, pero pedir, jamás, porque la decencia del hombre es de trabajar", dijo Yandún.
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La solidaridad de este grupo, también se transmite a otras personas. Wilfredo, natural de Leticia, Amazonas, vive en una habitación del centro y aunque le ofrecieron pan, prefirió no comerlo para llevarlo a sus compañeros de una fundación del municipio de Palmira, en la que se apoya para resocializarse.
"Cuando yo vengo por las calles a vender las bolsas de basura, las velas y a repartir el mensaje de Dios y su bendición, yo no pido para mí, no me gusta que me den porque lo primero que hago es pensar en mis compañeros que necesitan ser alimentados y no tienen familia", manifestó Wilfredo.
Los voluntarios no reciben apoyo económico, solo piden donaciones de pan o que lo dejen pago en algún establecimiento para recogerlo.
Aunque tienen presente que quizá no cambiarán el mundo con sus acciones, tienen la firme convicción que por lo menos le cambiarán el día a muchas personas que lo necesitan y se convertirán en el ejemplo para que alguien más tome iniciativas como esta.