Los Juegos de Tokio designarán, el primero de agosto, a la proclamación del ser humano más veloz del planeta, al sucesor de Usain Bolt, el más grande de todos los tiempos, cuya retirada tras los Mundiales de Londres dejó un agujero de tales dimensiones en el atletismo que difícilmente podrá ser colmado por una sola persona.
Las gradas del estadio Olímpico, que hace 30 años, en la segunda edición de los Mundiales, rugieron con la final de longitud que arrojó el mejor salto de la historia, los 8,95 metros de Mike Powell, pondrán ahora, vacías por la pandemia, del 30 de julio al 8 de agosto, un insólito telón de fondo a las gestas de los atletas.
Durante diez años, hasta 2017, el rey de los deportes vivió de las rentas que amasó el astro jamaicano no solo con sus marcas espectaculares sino por su carisma, su talento para atraer la mirada de las cámaras y la atención de los aficionados.
Los Mundiales de Doha, hace dos años, no terminaron de zanjar la cuestión sucesoria. Dos estadounidenses, Christian Coleman en 100 metros y Noah Lyles en 200, heredaron los títulos mundiales del jamaicano, pero ninguno de los dos ha cuajado como la figura carismática que el atletismo necesitaba.
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Coleman ni siquiera está en Tokio, apartado de la competición por incumplir la normativa sobre localización exacta que todo atleta de elite debe comunicar para ser sometido a eventuales controles de dopaje por sorpresa cualquier día del año.
El 1 de agosto, apenas diez segundos después de las 21.50 horas locales (14.50 CEST, 12.50 GMT), por primera vez en 17 años, desde Atenas 2004, habrá un campeón olímpico de 100 metros distinto de Usain Bolt, que tiene un favorito para heredar su trono: el estadounidense Trayvon Bromell.
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El campeón estadounidense, séptimo en la lista de todos los tiempos con 9.77 (la mejor marca del mundo, este año), es la contrafigura de Bolt: un velocista bajito (1,72, frente a 1,95 del jamaicano) y apretado (frente a su estampa longilínea), que en la final de Río 2016 asistió como último clasificado a la penúltima gesta olímpica del jamaicano.
Bromell se rompió el tendón de aquiles cuando competía en el relevo 4x100 de Río 2016 y tuvo que abandonar la pista en silla de ruedas. Su carrera como atleta estuvo en grave riesgo. "En 2018 no encontraba razones para vivir", confiesa. Pero se ha recuperado a tiempo para luchar por la herencia de Bolt.
Sus compañeros de equipo, Ronnie Baker y Fred Kerley, y especialmente el sudafricano Akani Simbine, segundo en la lista del año con 9.84 y quinto en Río 2016, serán, sobre el papel, los principales adversarios de Bromell. Si venciera Simbine, sería el primer africano campeón olímpico de 100 metros desde que su compatriota Reggie Walker lo fue en Londres 1908.
MAMÁ SAFP VUELVE POR SUS FUEROS
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La pelea por el título femenino del hectómetro perdió interés con la baja de la estadounidense Sha'Carri Richardson por consumo de marihuana. Le costó un mes de suspensión, lo suficiente para que no pudiera competir en Tokio. Su combate con la pequeña jamaicana Shelly-Ann Fraser-Pryce (SAFP) era uno de los momentos más esperados del atletismo en Tokio 2020.
"El cohete de bolsillo", tuvo que contemplar por televisión la final de 100 metros de los Mundiales de Londres 2017, un día antes de dar a luz a su primer hijo, Zyon. Pero en la siguiente, en los de Doha 2019, ya volvió por sus fueros, venciendo con 10.71, entonces quinta marca de la historia.
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Campeona olímpica en Pekín 2008 y Londres 2012, Shelly-Ann Fraser-Pryce se presenta en Tokio con 34 años y la segunda marca de la historia (10.63), conseguida hace mes y medio en Kingston.
Los Juegos de Tokio ofrecen la oportunidad de consagrarse a una nueva generación de atletas encabezada por el sueco Armand "Mondo" Duplantis, un sueco de 21 años que ha devuelto a la pértiga una popularidad que no disfrutaba desde los tiempos de Sergey Bubka, el coleccionista de récords mundiales (35).
Hijo del pertiguista estadounidense Greg Duplantis y de la heptatleta sueca Helena Hedlund, Mondo ha heredado unos genes de primera calidad. Dotado de una combinación imbatible de técnica, garra y elasticidad, ha instalado su campamento base en los 6 metros y desde ahí ataca una y otra vez su propio récord mundial (6,18).
El 6 de junio saltó en Hengelo 6,10 y con esa marca acude a Tokio como líder mundial del año. Nadie más que él ha superado los seis metros esta temporada al aire libre. Su predecesor, el francés Renaud Lavillenie, apunta franca recuperación con sus 5,92 y, sobre todo, sus 6,06 en pista cubierta, pero Mondo reside en un escalón superior al resto.
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TÍTULOS ¿Y RÉCORDS?
Tokio 2020 pondrá en acción a grandes figuras como el gigante estadounidense Ryan Crouser, que viene de batir en Eugene el récord mundial de peso (23,37), o la holandesa Sifan Hassan, en posesión de cuatro récords mundiales en distancias comprendidas entre la milla y los 10.000 metros, que se inscribió en 1.500, 5.000 y 10.000, aunque sólo con el propósito de elegir dos en el último momento.
Hassan tiene los récords mundiales de la milla (4:12.33), 5 km en ruta (14:44), 10.000 (29:06.82) y la hora (18.930 m). También los récords de Europa de 1.500 (3:51.95), 3.000 (8:18.49), 5.000 (14:22.12) y medio maratón (1h05:15), pero siempre se verá perseguida por la sombra de su antiguo entrenador, el "gurú" Alberto Salazar, suspendido por cuatro años como responsable de una trama de dopaje como partícipe del Nike Oregon Project (NOP), grupo de entrenamiento de alto nivel.
Crouser y Hassan son dos candidatos a ganare medallas de oro y de batir récords mundiales, como la venezolana Yulimar Rojas, campeona mundial de triple salto y plusmarquista mundial en pista cubierta, que busca en Tokio su primer título olímpico y la plusmarca al aire libre, en poder de la ucraniana Inessa Kravets con 15,50 desde hace 26 años.
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Rojas, dirigida por el cubano Iván Pedroso en su campamento español de Guadalajara, saltó el 22 de mayo pasado 15,43 en Andújar, solo 7 centímetros menos que el récord mundial. La motivación de competir en unos Juegos puede empujarla más allá de ese límite.
EL PRIMER ORO, RESERVADO A LOS PESOS LIGEROS
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La primera medalla de oro del atletismo en Tokio se la colgará un hombre de peso ligero que habrá derrotado a sus 24 adversarios después de 25 vueltas a la pista en la final de 10.000 metros, la única de la jornada.
No estará entre ellos el campeón de las dos últimas ediciones, el británico de origen somalí Mo Farah, otrora imbatible, que con 38 años no ha sido capaz de hacer la mínima para participar en Tokio.
El antiguo discípulo del controvertido Alberto Salazar ya ha quedado atrás. El fondo actual pertenece a otra generación, encabezada por dos ugandeses: Joshua Cheptegei, de 24 años, campeón del mundo y plusmarquista mundial con sus 26:11.00 del año pasado en Valencia, y Jakob Kiplimo, de 20, líder mundial del año con sus 26:33.93 del 19 de mayo en Ostrava.
Los dos pretender hacer doblete en Tokio, inscritos también en los 5.000 metros.
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El aragonés Carlos Mayo, campeón de España de 5.000, será el único atleta del mundo hispano presente en la primera final olímpica, la de 10.000.