Hong Kong se convirtió este sábado en la primera ciudad asiática que celebra los Gay Games, el evento multideportivo internacional similar a los Juegos Olímpicos, tras un llamamiento de los organizadores para que no se politice el certamen en medio de protestas de activistas y legisladores contrarios a la comunidadLGTBQ+, que han tratado de vetarlos.
En la ceremonia de inauguración de la 11ª edición participaron más de 2.300 atletas de 45 países que competirán en 36 deportes tan diversos como las artes marciales o el bádminton, así como otros tan coloridos como las tradicionales carreras de botes dragón y el mahjong.
“Se trata del mayor número de representantes asiáticos en los 41 años de historia”, declaró ayer en rueda de prensa el copresidente de la Federación, Alan Lang.
Están invitados competidores de todo el mundo, entre ellos los de países donde la homosexualidad sigue siendo tabú o ilegal.
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Un aspecto que destaca de estos juegos es su carácter integrador más allá de los deportes tradicionales.
“La inclusión del mahjong, un juego popular entre la gente mayor hongkonesa, permite a personas de diferentes edades participar activamente, crear conexiones intergeneracionales, y mostrar los diversos talentos e intereses dentro de la comunidad LGBTQ+”, comentó a EFE Mikel Iturret, un español de Vitoria Gasteiz que compite en la categoría de botes dragón.
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Los problemas burocráticos de seguridad y la complicada logística han condicionado los preparativos de estos Juegos cuatrienales, un festival de la diversidad de nueve días de duración con competiciones multideportivas y actos artísticos y culturales.
En un principio, los Gay Games, que debutaron en 1982, iban a celebrarse en la ciudad semiautónoma en noviembre del año pasado, pero los estrictos protocolos de la COVID-19 impuestos en el territorio obligaron a posponerlos un año y a decidir que la ciudad mejicana de Guadalajara fuera la coanfitriona.
En opinión de la Federación, la cita supone un paso importante para la sociedad hongkonesa, que subraya las victorias legales conseguidas este año, y afirman que podría servir de "faro de esperanza" en una región donde la intolerancia hacia este colectivo está generalizada.
Este excepcional acontecimiento se desarrolla en un territorio con sus propios retos, ya que, a pesar de ser reconocida como una ciudad cosmopolita, Hong Kong está influida por las normas conservadoras chinas sobre la sexualidad, marcadas por las creencias familiares tradicionales del confucianismo y el cristianismo.
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“Algunos de mis conocidos locales no pueden compartir abiertamente su orientación sexual con sus familias, lo que indica que todavía existe un nivel de estigma o miedo en torno a la homosexualidad”, lamentó Iturret, que reside en Hong Kong desde hace casi 6 años.
En la actualidad, el centro financiero no reconoce el matrimonio entre personas del mismo sexo, y no existen leyes específicas contra la discriminación por orientación sexual o identidad de género.
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Con todo, en un hecho significativo, a pesar de que el tribunal supremo de la ciudad rechazó la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo en septiembre, también instó al gobierno a que estableciera un "marco alternativo" para reconocer los derechos homosexuales.
Al tiempo que el evento se disponía a dar el pistoletazo de salida, un grupo de siete legisladores hongkoneses, entre ellos la destacada figura pro Pekín Junius Ho, presentaron una carta al Consejo Legislativo pidiendo la prohibición del acto por calificarlo de contener una "ideología occidental" que persigue "subvertir la seguridad nacional".
“Los Gay Games son un dulce veneno colocado bajo el disfraz de la diversidad, la equidad y la inclusión. El evento tiene fuertes conexiones con fuerzas extranjeras, por lo que es ilegal y debería vetarse", defendió Ho.
Unas acusaciones que la organización tachó de "calumnias infundadas", asegurando que no es una entidad política.
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Sin duda, la mayor amenaza política que se cierne sobre la organización es la ley de seguridad nacional china, que, desde 2020, se ha utilizado para reprimir entre otros a activistas prodemocráticos de Hong Kong o medios de comunicación.
Diversas organizaciones y activistas de derechos humanos han expresado su preocupación por la posibilidad de que esta normativa se utilice para perseguir a los organizadores y asistentes a la competición, y abogaron por la cancelación del evento.
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