"¡Vamos a tener fiesta toda la noche, toda la semana!": entre bengalas, fuegos artificiales y ruido de cláxones, Nápoles estalló de alegría el jueves cuando su equipo de fútbol conquistó la liga italiana y puso fin a una espera de 33 años.
"¡Es increíble! ¡Hacía mucho tiempo! ¡Mirad el ambiente, es una locura!", se entusiasmaba Facundo Quense (33 años) justo después del pitido final del Udinese-Nápoles (1-1), de la 33ª jornada de la Serie A. Ese empate, a más de 800 kilómetros de distancia, permitía el ansiado tercer 'Scudetto' de manera matemática.
Desde hacía semanas estaba claro que el Nápoles iba a ser campeón y únicamente quedaba por saber la fecha concreta.
"Esto es una liberación. ¡Es algo que hay que vivir! ¡Fiesta, fiesta, fiesta! Este año es una locura", gritaba Laura Curcio (25 años), rodeada de otros aficionados que no paraban de grabar vídeos y de hacer selfis para inmortalizar el momento.
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Nada más terminar el partido de Udine, miles de 'tifosi' circulaban ya por las calles con sus banderas, bufandas y pancartas, tiñiendo la ciudad de azul cielo y de blanco, los colores del club. El centro de la ciudad fue el lugar de encuentro para la mayoría.
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Empate y alivio
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En las callejuelas estrellas del centro, muchos hinchas se habían reunido para ver el partido ante el Udinese por televisión en terrazas instaladas en las plazas y frente a las iglesias.
Alrededor de 55.000 aficionados se habían citado en el estadio Diego Maradona para seguir el partido por pantallas gigantes.
Temblaron primero cuando el Udinese se adelantó en el minuto 13, pero el gol de Victor Osimhen en el inicio de la segunda parte supuso un gran alivio y permitió el 1-1.
"Hace mucho tiempo que esperamos", recuerda Antonio De Roma, un estudiante de 20 años. "Es una locura porque en su día, cuando Maradona había ganado el Mundial con Argentina y el Scudetto con el Nápoles, mis padres me hablaban de eso. ¡Y ahora lo estoy viviendo!", se ilusionaba.
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Con una bufanda a la espalda y una botella de cerveza en la mano, frente a la iglesia Sant'Angelo a Nilo, Alessandro De Luca (19 años) también disfrutaba del momento.
"Hace años que nos sentimos relegados a un segundo plano, por detrás de los equipos del norte. No he vivido los 33 años de sequía, pero he llorado por este equipo, tanto por las derrotas como por las victorias. Hoy también estoy llorando", insiste este estudiante.
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