Criticado y sin embargo invencible, Gianni Infantino debería ser reelegido el jueves para un tercer y último mandato al frente de la Fifa, organismo que preside desde 2016.
"Restaurar la imagen de la Fifa" y "hacer el fútbol realmente mundial": la ambición del italo-suizo de 52 años se resume muy bien en esas dos frases.
Con Blatter hundido por los escándalos de la Fifa y luego Platini en desgracia por un pago de justificación incierta, fue elegido presidente de la Fifa en segunda ronda en 2016 entre cinco candidatos. En 2019 fue reelegido, sin rival, como ocurrirá de nuevo este jueves.
Como herencia dejará a su favor el limitar la presidencia a tres mandatos, una reforma del sistema de traspasos, la implantación de una baja maternal para las futbolistas, así como un gran incremento de los ingresos de la institución.
La justicia suiza le reprocha tres reuniones secretas en 2016 y 2017 con Michael Lauber, entonces jefe de la fiscalía federal. Esos encuentros nutrieron las sospechas de colusión entre la acusación y la Fifa parte civil en la mayor parte de los procedimientos contra los exdirigentes del fútbol, entre ellos Blatter y Platini.
Para desarrollar el deporte más popular del mundo, no le faltan ideas a este políglota de cráneo liso, parcialmente instalado en Doha con su esposa libanesa y sus cinco hijos.
Logró que el número de participantes del Mundial se eleve de 32 a 48 equipos, partir de la edición 2026 que organizarán Estados Unidos, México y Canadá, y bajo su mandato el fútbol femenino vive una época de esplendor.
"Sabemos que es importante hablar", afirmó en Doha, prometiendo un "respeto total" a los actores del fútbol si seguía conservando los mandos de la Fifa.
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