Tras cinco etapas de dura batalla en el Jura y, sobre todo, en los Alpes, y de sensaciones fuertes, el Tour de Francia recupera la calma con el regreso del terreno llano en la primera de las dos etapas de transición, que está diseñada para que los "sprinters" busquen la victoria.
Los 184,9 kilómetros entre Moûtiers y Bourg-en-Bresse, totalmente planos, sacan a la carrera del macizo alpino y ponen dirección al norte, donde el sábado se dirimirá, en los Vosgos, el último día importante de la carrera.
Los organizadores han evitado en esta ocasión cualquier dificultad montañosa
que la ruta pusiera a su alcance e, incluso, se tomará un túnel para no ascender el Mont du Chat.
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El final es en ligero descenso y la entrada a Bourg-en-Bresse por amplias avenidas con una larga línea recta que favorecerá la máxima velocidad.
Todo calculado para favorecer una llegada masiva que permita a los "sprinters" que han sobrevivido a la alta montaña disputarse una nueva etapa.
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Entre ellos destaca el belga Jasper Philipsen, que se ha impuesto en cuatro de los cinco "sprint" de esta edición.
El maillot verde de la regularidad ha visto como los Alpes eliminaban de su ruta a algunos rivales, el último el alemán Phil Bauhaus, dos veces segundo y una tercero, que se bajó de la bicicleta durante la etapa 17.
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Antes lo habían hecho el australiano Cabel Ewan, el neerlandés Fabio Jakobsen o el británico Mark Cavendish.
Entre los principales rivales de Philipsen están el danés Mads Pedersen, el único que ha conseguido batirle al "sprint" en este Tour, el belga Woud van Aert, que suma ya cuatro podios, el neerlandés Dylan Groenewegen, segundo en Moulins, el eritreo Biniam Grimay, tercero en Burdeos o el francés Bryan Coquard, dos veces cuarto.
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