“No nos maten, somos civiles, nada tenemos que ver con esta absurda guerra”, gritaban una y otra vez los habitantes de la vereda Las Mercedes en El Charco, Nariño.
Esa fue la primera población hasta donde llegaron decenas de hombres fuertemente armados a someter a los humildes campesinos a quienes acusan de apoyar a disidentes de las Farc del frente Franco Benavides.
Eran las 12:00 del día, recuerda doña Epifenia Montaño, quien aseguró que escuchó fuertes detonaciones y gritos de hombres armados que decían que eran de la Segunda Marquetalia.
“Eran sonidos muy perturbadores, yo estaba en mi casa y me dio mucho miedo, pues los hombres disparaban de un lado de la cancha de futbol y otros les respondían de un lado del salón comunal”, dijo.
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La mujer precisó que hizo todo lo que pudo para salir corriendo al rio Tapaje y se montó en su potrillo, (una especie de lancha muy pequeña) y remó con desespero para ponerse a salvo.
En medio de su temor dejó atrás a seis de sus doce hijos con quienes desde hace ocho días no sabe que sucedió porque no lograron salir de esa vereda y aún están atrapados en medio del fuego cruzado.
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Como ella son centenares de historias en las que todas coinciden en el miedo que siente a pesar de haber escapado en medio de la balacera.
Parte de sus familias y amigos quedaron atrás y no saben nada de ellos, nadie habla, nadie quiere recordar esos minutos de angustia, prefieren esquivar las preguntas.
La confrontación armada provocó el desplazamiento de cientos de personas mientras que más de 4.000 habitantes de otras veredas cercanas como El Cuil y Mata Palo se encuentran confinadas en sus propias viviendas.
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Desde hace dos semanas nadie sabe nada de ellos, las comunicaciones fueron suspendidas, pues aseguran que hombres armados patrullan de día y noche las pocas calles de estas veredas.
Además, afirman que estos grupos tomaron posesión del embarcadero por donde entran las lanchas, único medio de acceso a esa zona del Tapaje.
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A esta zona, río arriba del Tapaje, no entra ni sale nadie, según confirmaron los habitantes que lograron huir en medio del fuego cruzado.
Precisan que no hay comida, los medicamentos también escasean y los funcionarios del hospital Divino Niño de El Charco se niegan a viajar a la zona por temor a los combates.
Víctor Cándelo Reina, alcalde de esta población, de algo sí está seguro y es que “las autoridades militares quieren minimizar esta situación”.
Por eso pidió al Gobierno Nacional una atención inmediata para evitar que más habitantes de otras veredas a riveras del río Tapaje se desplacen.
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Indicó que su administración ya agotó los pocos recursos económicos en la compra de colchonetas, utensilios de aseo, mercados y medicamentos que fueron entregados a las comunidades de Santa Catalina, las Mercedes, Mata Palo y el Cuil.
Los cientos de campesinos dicen que esta guerra por ahora los dejo sin hogar y pidieron de los violentos los dejen vivir en paz.
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Mientras tanto, el ministro de la Defensa, Diego Molano, aseguró que dos pelotones de las fuerzas especiales de las fuerzas militares ya llegaron a la zona a recuperar el control de ese sector del Pacífico nariñense.