Para los habitantes del municipio de El Charco, Nariño, el mayor problema no es el COVID-19 sino la estigmatización de la que vienen siendo objeto por parte de algunos integrantes del Ejército y la Armada Nacional. Por eso pidieron el retiro de la fuerza pública y que se investigue los atropellos de los que, dicen, vienen siendo víctimas desde hace años por vivir de los cultivos de hoja de coca.
El comercio está cerrado desde hace tres semanas, aquí nadie entra ni sale sin previa autorización, el servicio de transporte de lancha está suspendido desde Tumaco, en Nariño, y Guapi, en el Cuaca. Los labriegos aseguran que soportan con paciencia la falta de remesa y alimentos, pero insisten que nadie los está obligando a protestar.
Caminar por las calles de El Charco es ver en los rostros de los campesinos la desconfianza e indignación con el estado colombiano, que desde hace décadas ha prometido mejorar la educación y la salud, pero esto solo ha quedado en proyectos, y lo que es peor, los anuncios de que por fin estas comunidades tendrán servicios públicos.
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Desde el 20 de enero del año en curso no llega ninguna embarcación al muelle de este municipio, en donde el 90% del abastecimiento depende de los productos que arriban por mar y río desde Tumaco y Buenaventura.
Los habitantes dicen que se les agotó la paciencia y que mantendrán, hasta cuando sea necesario, esta jornada, porque consideran que solo así van a ser escuchados y que verán la luz al final del túnel a tantas necesidades que ellos afrontan a diario.
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Los voceros de esta movilización pacífica, que ya cumple más de 16 días, hablan con temor porque afirman que están entre la espada y la pared por defender el derecho a la vida y a vivir en paz.
Por eso, habitantes de El Charco pidieron de los altos mandos militares que se investiguen los abusos de algunos miembros del Ejército que, aseguran, han disparado contra la comunidad cuando apenas comenzó la protesta.
Ellos dicen que las fuerzas militares constitucionalmente no tienen sitios vedados en Colombia, solo quieren que no sigan intimidando a la población y que su mayor temor es quedar en medio del fuego cruzado.
Aquí en esta población del pacifico nariñense, la movilización de los afrodescendientes, indígenas y campesinos de 85 veredas de las riveras del río Tapaje, hacia el casco urbano del Charco, es el mayor temor de los moradores de la zona urbana que, si bien aseguran es cierto el comercio está apoyando voluntariamente el paro, piden que se abra por unas horas para lograr abastecer a la comunidad.
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