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En pandemia floreció un jardín de unión y alimento en la comuna 18 de la ladera de Cali

Más de 300 vecinos unieron las manos para sembrar en huertas urbanas de las que brotan comida en plena crisis que trajo el COVID-19.

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Foto: Mario Baos / BLU Radio

A las manos de Estela Malpud nada les queda duro. A sus 50 años han servido para acariciar a sus dos hijos, trabajar por su familia y arañar la tierra que hoy le da frutos en el barrio Mandarinos, de la comuna 18 de la ladera de Cali.

En medio de calles empinadas, paredes sin repellar y techos de zinc, la mujer ha logrado que su vivienda tenga una de las huertas urbanas que se convierten en pequeños paraísos verdes que ayudan a alimentar a las familias en medio de la crisis.

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Foto: Mario Baos / BLU Radio

Unas gradas al lado de su cocina conducen al sitio donde florece su lote de por lo menos cinco metros cuadrados, reforzado con ladrillos y en el que la tierra hace magia para que broten semillas de maíz, tomate, hierbas aromáticas y lulo.

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Foto: Mario Baos / BLU Radio

“Como hay espacio, y se ve que las maticas 'crían' (dan frutos), pues, decidimos plantar. Aquí seguiremos sembrando más cosas, de eso que uno compra en la tienda, pero que puede disfrutar aquí no más”, dice.

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Foto: Mario Baos / BLU Radio

Estela hace parte de un grupo de hombres y mujeres que desde esa comuna, conformada por más de 40 barrios, encontraron en la tierra, y en sus casas, una oportunidad para hacerle frente a la pandemia del coronavirus que los encerró desde marzo.

En medio de la incertidumbre de las cuarentenas y el encierro que obligó a todos a quedarse en casa para evitar el contagio, fueron capacitados por la Fundación Club Campestre para sembrar sus propias semillas, sin importar que fueran en espacios pequeños, que hoy florecen en las terrazas y desde donde se puede ver todo el Valle del Cauca

Lo mejor de sembrar es que uno no tiene que pagar nada, que todo lo que cosecha es gratis, que el esfuerzo da frutos y que uno se ahorra esos pesos
afirma Estela.

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Junto a ella se encuentra Jenny, su hermana menor, que a los 42 años vio en la huerta una estrategia para unir el hogar que tiene junto a su esposo, un incansable obrero que trabaja en una reconocida empresa de gaseosas.

“Él y yo venimos del campo, sabemos lo que es cultivar, limpiar y abonar. La tierra siempre es agradecida y a uno le da gusto poder comer algo que ha trabajado con tanto cariño”, confiesa Jenny

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Foto: Mario Baos / BLU Radio

“Este pedazo de lote nos ha dado zapallo, yuca, tomate, algo que nos encanta porque al comer se siente lo fresco de las cosas, una comida sin químicos y que está repleta de cosas bonitas”, añade.

La pandemia trajo el hambre, la incertidumbre y el desempleo que golpeó a las personas que viven del día a día y luchan por salir adelante en todos los estratos del país, como sucedió en las laderas de Cali.

De acuerdo con la encuesta Pulso Social, realizada por elDANE , en 23 ciudades capitales y áreas metropolitanas durante la emergencia sanitaria, más de 1,6 millones de familias colombianas pasaron de comer tres comidas al día a tan solo dos.

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Foto: Mario Baos / BLU Radio

El hambre, al parecer, se volvió más fuerte que elCOVID-19 y las ayudas por parte del Gobierno Nacional y municipal se hacían cortas ante la realidad de desigualdad que develó la pandemia.

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La situación no fue diferente para Edna María Carvajal, otra de las emprendedoras que lleva 48 años en el barrio y que pasó de vender arepas, jugos y almuerzos a resguardarse en su vivienda durante la emergencia sanitaria.

En su patio no le cabe una matera más, algunas han sido improvisadas hechas con chanclas que ya no usa a las que llenó de tierra y les sembró semillas, además de tarros que ha guardado y que ahora son cuna de nuevas vidas.

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Foto: Mario Baos / BLU Radio

“Todo nos lo ha enseñado la Fundación Club Campestre en clases virtuales que llegan por el celular. Aprendimos a recoger lo que sobra de la cocina para hacer compostaje y hoy tenemos tierra fértil que nos da comida”, indica la alegre mujer.

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Foto: Mario Baos / BLU Radio
De mi casa ya hemos comido piña, ahora tengo ajo y otras hierbas que me han servido para la ensalada. Hemos tenido buen beneficio de las materas, porque de lo mismo que cultivamos le hemos dado a los vecinos que la han pasado mal
puntualiza.

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La comuna 18 sobrevive a pesar de las necesidades. La mayoría de su población ha sido gente desplazada por la violencia o que han llegado en condición de vulnerabilidad a buscar un futuro.

Durante la expansión del coronavirus la conciencia ambiental en la comuna ha aumentado de manera notoria y es por eso que ya hay 305 familias que le apuestan a sembrar sus alimentos en los espacios verdes de sus casas.

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Foto: Mario Baos / BLU Radio

Actualmente, la Fundación Club Campestre adelanta procesos en Los Mandarinos, Alto Jordán, Pampas del Mirador, Alto Nápoles y Brisas de las Palmas, donde residen amas de casa, empleadas domésticas, obreros de empresas y trabajadores de la construcción que han levantado a pulso sus barrios en iniciativas comunales.

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Un ejemplo de ellos es Gloria Constanza Claros, quien trabajó como operaria de aseo hospitalario y hoy no se ha podido volver a ubicar en medio de la crisis.

Sus plantas la han ayudado a dispersar un poco el estrés y han servido de provisión para llenarles el estómago a sus hijos de 12 y 25 años.

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Con un tarro de gaseosa muestra el orgullo de ver crecer una mata de apio que en un futuro disfrutará en la mesa con ellos.

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Foto: Mario Baos / BLU Radio

“Me gusta sacarle tiempo a las planticas, sembrar tomate y ponerle mucha atención al jardín porque es bueno, de ellas puede uno aliñar las comidas”, dice.

Aquí en mi pedacito tengo orégano, cebolla, apio y hasta sábila que utilizo para remedios caseros
añade.

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Esas plantas aromáticas, sembradas en improvisadas materas, también se han convertido en el hogar de diferentes especies de mariposas, insectos que llegan a polinizar otras matas y aves que se deleitan comiendo uno que otro fruto.

De acuerdo a cifras entregadas por la CVC, el Valle del Cauca es uno de los departamentos donde más se ha despertado el espíritu de la conservación. Cali, como ciudad capital, no se ha quedado atrás.

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Foto: Mario Baos / BLU Radio

Esta región cuenta con un potencial envidiable en todo el mundo, gracias a sus dos macrocuencas: una hacia el océanoPacífico y otra hacia el río Cauca que la hacen de especial importancia ecosistémica por sus distintos pisos térmicos que se entrelazan en sus dos millones de hectáreas.

“Aquí tenemos más de 600.000 hectáreas de áreas protegidas divididas en parques naturales, reservas forestales y otras figuras que buscan la convivencia entre personas y naturaleza garantizando un equilibrio”, indica Wilson García, jefe de comunicaciones de la CVC.

Tenemos un complejo Ramsar en la Laguna de Sonso y 24 humedales asociados, además de uno de los índices más bajo de deforestación en el país y uno de los más altos en restauración y siembra de árboles
sostiene el funcionario.

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De acuerdo con García, hace 10 años el departamento podría perder entre 3.000 y 4.000 hectáreas de bosque por año, en los últimos tiempos la cifra no alcanza ni las 300 hectáreas.

“Cada año se están sembrando cerca de 2 millones de árboles y para este cuatrenio se quiere sembrar unos ocho millones de árboles al 2023”, indica.

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Equipo digital de BLU Radio

Para Juliana Álvarez, edil de la Junta Administradora Local de la comuna 18, estos procesos de conservación son muy importantes ya que ayudan a generar nuevos hábitos entre la ciudadanía

“Por cada planta que se siembra se cosechan decenas de frutos. La naturaleza ha sido nuestra aliada toda la vida, por eso hay que cuidarla y beneficiarnos de sus regalos”, dice.

Atraído por sus compañeros, don Isaac Quinto se dejó contagiar por la siembra y sacar tiempo para cosechar frutos luego de sus agotables jornadas como maestro de construcción.

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Foto: Mario Baos / BLU Radio

Tiene 62 años, llegó de la población de Istmina hace 25 años acompañado de sus 10 hijos y su esposa que falleció hace poco.

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En la terraza de su casa, que construyó con sus propias manos, llena varios tarros con residuos orgánicos, aserrín, tierra capote y abono. Dice que de ahí cosechará la comida para toda su familia.

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Foto: Mario Baos / BLU Radio

“Es la primera vez que lo hago de esta manera porque uno en el campo lo hace de manera rudimentaria. Aquí espero mover la tierra, echar semillas y sacar mis matas”, precisa el hombre que ya tiene brotes de cebolla en su huerta.

En la comuna 18 también se trabaja por la conservación del río Meléndez que los baña desde su nacimiento en los Farallones de Cali.

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Los líderes tienen presente que sin agua no se puede vivir y por eso también adelantan jornadas de siembra haciéndose “amigos del río” que también da de beber a las más de 500 especies de aves que se pasean en el sector por su cercanía con la cordillera.

Nuri Marcela Pérez ha estado en el proceso y ha visto en el reciclaje una forma para sustentarse e incentivar a sus amigas a disponer de manera adecuada los residuos sólidos logrando que estos no terminen en los vertederos.

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Bajo la sombra de un árbol de aguacate que sembró en el patio de su casa, la mujer aprovecha sus tiempos libres para darles cariño a sus plantas para que crezcan rápido.

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Foto: Mario Baos / BLU Radio

“Las clases nos han ayudado mucho y en los talleres hemos aprendido a sembrar, a hacer insecticidas naturales”, indica.

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Foto: Mario Baos / BLU Radio

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A su turno, Ángela Montesuma, ve desde la ventana como crecen sus plantas mientras cuida a su esposo en silla de ruedas, un líder incansable que busca que las personas en condición de discapacidad también sean escuchadas en la ciudad.

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Foto: Mario Baos / BLU Radio

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Él me molesta con amor al verme con mis plantas, pero yo le comparto lo feliz que me hace ver crecer cualquier tallo
dice Ángela.

“Uno cree que sembrar es solo para las fincas, pero no. He aprendido a hacer de mi hogar un jardín que luego me dará alimentos para bendecir a mi familia”, concluye la mujer con una sonrisa que ni el tapabocas pudo ocultar.

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Foto: Mario Baos / BLU Radio

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