Durante más de 20 años, el caleño Alejandro Jaramillo se ha desempeñado como banquero en diferentes países. Sin embargo, nunca pensó que en medio de sus labores y a sus 25 años, tendría que vivir una tragedia de tal magnitud, como el ataque terrorista del grupo extremista islámico al Qaeda, a las torres gemelas el 11 de septiembre del 2001.
Para ese momento era soltero, llevaba un año viviendo en Nueva York y como de costumbre, llegó a trabajar al World Trade Center, un complejo de 7 edificios en el Bajo Manhattan que, a partir de ese día, no volvería a ser el mismo.
"A las 8:40 de la mañana se sintió un ruido muy fuerte, el edificio tembló y luego se oyó un estallido muy fuerte, como si fuera lo más parecido a una bomba", relató Jaramillo.
Trabajaba exactamente en el edificio 7, que está frente a la primera torre que se desplomó y de inmediato corrió junto a sus compañeros para asomarse a través de un gran ventanal y poder verificar qué sucedía afuera.
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No entendían qué pasaba, pero lo que recuerda muy claro Alejandro de ese momento, es que no vio ningún avión. De inmediato, comenzaron a evacuar el edificio.
Mientras corrían confundidos sin saber qué dirección tomar en medio de los gritos y el llanto, además de las preguntas rondando en la cabeza respecto a si se trataba de un incendio algún otro tipo de emergencia, escucharon un segundo avión, volando bajo.
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"También había un carro y ahí habían prendido la radio. En ese momento dijeron que Estados Unidos estaba siendo atacado y había guerra", agregó Alejandro.
20 años después, en su mente siguen rondando las imágenes de aquel día en el que tuvo que presenciar una dolorosa escena: centenares de personas lanzándose al vacío desde los edificios.
"Jamás se imaginaba el mundo entero que se cayera un de las torres. Era increíble, el metal quebrándose con un ruido bastante fuerte y la gente se agachaba a llorar y rezar" contó el sobreviviente.
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A bordo de un bus que comenzó a recoger rápido a quienes que se encontraban en la zona, en compañía de personas cubiertas en ceniza, pudo regresar a casa para comunicarse con su familia y decirles que se encontraba bien.
Ninguno de sus compañeros murió durante la tragedia, unos cuantos resultaron levemente heridos, pero, la experiencia, le enseñó a Alejandro el valor de la vida, de apreciar y disfrutar cada segundo porque en un paradero, todo puede acabar.
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"Uno nunca sabe en qué momento la vida se puede acabar, hay que disfrutarla al máximo", puntualizó.
Actualmente Alejandro vive en Panamá, se casó y tiene dos hijos de 12 y 14 años a los que les ha contado su experiencia y con los que todavía ve los álbumes, en cuyas fotos están plasmados algunos recuerdos de los momentos que vivió en Nueva York.
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