En la Institución Educativa Distrital María Cano, en el barrio Las Palmas de Barranquilla, fue donde el profesor de educación física Ezequiel Suárez literalmente puso a correr por primera vez al atleta Anthony Zambrano , cuando apenas era un estudiante de bachillerato.
"Anthony , como estudiante, no era el mejor académicamente, era muy indisciplinado, había que llamarle la atención constantemente porque corría por todos lados, pero esa energía había que canalizarla y la única manera de hacerlo fue a través del deporte", cuenta Suárez.
En medio de su hiperactividad, en este colegio público del sur de Barranquilla descubrieron el talento del medallista olímpico y entre sus compañeros siempre le brindaron su apoyo para entrenar como todo un atleta.
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"Cuando Anthony empezó a figurar en el atletismo, nosotros acá hacíamos la 'vaca': yo iba de salón en salón recogiendo dinero, los alumnos daban parte de su merienda, $100 o $200, y al final lo que recogía se lo daba a la mamá o a él mismo para que pudiera comprar uniformes y zapatos y pudiera transportarse a la ciudad donde iba a competir", narra el profesor.
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"Él es de origen humilde y tenía una situación económica bastante precaria, me acuerdo que en los primeros juegos intercolegiales, en 2012, llegó con los zapatos rotos a competir y se le salían, entonces yo le dije que le iba a tocar correr en medias y me dijo que no, porque solo tenía dos pares. Al final corrió descalzo y ganó", agrega.
Después de alzarse como campeón en los juegos Panamericanos y subcampeón en el Mundial de Atletismo, Zambrano volvió a su colegio a agradecerles a todos los que apoyaron su arranque.
"Cada vez que Anthony llega a Barranquilla nos visita y yo lo llevo a los salones para que les hable a los estudiantes y los motive", dice Suárez, quien espera de vuelta a su alumno con la medalla de plata que se colgó en el cuello en los Olímpicos de Tokio 2020.