Si hay un deportista que identifique a Barranquilla ante el mundo ese es Édgar Rentería. De hecho, durante sus 16 temporadas en las Grandes Ligas de Estados Unidos siempre se le llamó con cariño “El Niño de Barranquilla”.
Nadie ha alcanzado sus números: ganó dos series mundiales, bateó 2.327 imparables, anotó 1.200 carreras, nominado al Salón de la Fama, designado como el jugador más valioso de la Serie Mundial en 2010, ganador de dos Guantes de Oro y tres Bates de Plata y fue convocado como campocorto titular a cinco Juegos de Estrellas.
Sus actos heroicos, que llevaron a ganar series mundiales a Los Marlins de La Florida y a los Gigantes de San Francisco, dieron a conocer al mundo las bondades de la capital del Atlántico y sirvieron para que el béisbol recuperara su espacio entre los niños y los jóvenes de la ciudad.
Hoy hay miles de adolescentes que sueñan con ser los nuevos “Niños de Barranquilla” y no solo en el tradicional barrio de Montecristo, cuna de Édgar y de otros destacados beisbolistas barranquilleros, sino en toda la ciudad.
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Édgar Rentería no es solo un deportista consumado, sino un ser humano extraordinario. Es un referente social.
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Es el espejo donde podemos mirarnos de frente y sin miedos. Nunca ha estado envuelto en escándalos, ni su nombre ha sido pronunciado para algo distinto a sus proezas deportivas.
Pero ahora en Barranquilla también hablaremos del Édgar Rentería, no el beisbolista, sino el majestuoso Estadio de Béisbol que lleva su nombre y que será uno de los escenarios de los Juegos Centroamericanos y del Caribe a partir de Julio. Barranquilla tiene desde ayer un estadio de béisbol que no debe envidiarle nada a uno de las Grandes Ligas. El antiguo “Tomás Arrieta”, otra gloria de nuestra pelota caliente, dio paso al imponente “Édgar Rentería”.
La obra será, sin duda, otro referente de la ciudad y un motivo más de orgullo de sus habitantes, como lo es su inspirador, el inolvidable Édgar Rentería, “El Niño de Barranquilla”, quien tiene desde ayer su estadio, que el también el estadio de todos nosotros.