Volvieron los aguaceros de Abril a Barranquilla y con ellos regresó el triste y lamentable espectáculo de ver arroyos arrastrando todo tipo de utensilios y enceres, desde colchones hasta electrodomésticos.
Los arroyos de la ciudad son los carros de la basura para muchos barranquilleros que carecen de amor propio, sentido de pertenencia y no son solidarios con quienes también habitamos la ciudad.
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Se trata de ciudadanos indolentes y carentes de amor por Barranquilla, que no valoran el enorme esfuerzo que hace la Administración Distrital por canalizar los arroyos y mejorar las condiciones de vida de miles de familias barranquilleras.
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Arrojar las basuras a los arroyos no es sólo falta de civismo, sino también un "crimen ecológico", porque toda esa basura que arrastran los arroyos termina contaminando nuestro entorno natural, tanto del Río Grande de la Magdalena, como nuestro inmenso Mar Caribe.
Ya es hora de meter en cintura a estos desalmados. Es necesario que sus vecinos los denuncien y también que la autoridad ambiental ejerza sus funciones, mediante la aplicación de severas sanciones. Las multas impuestas deben ser bien elevadas para que les cueste el daño causado.
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También los deberían obligar a asistir a talleres ciudadanos y cursos, para que tomen conciencia del mal que producen cuando lanzan a la calle y a los arroyos todo tipo de productos contaminantes, como plásticos, botellas, neveras y estufas, entre otros.
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Debemos tomar conciencia ambiental a las buenas o a las malas. Los arroyos de Barranquilla no pueden seguir siendo las autopistas de la basura.
Está demostrado el inmenso daño que causan la carencia de sentido de pertenencia y la falta de amor por la ciudad.
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¡No más basura a los arroyos! Ese debería ser el propósito inmediato que deberíamos cumplir quienes vivimos en Barranquilla.
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