Cuatros menores venezolanas y tres colombianas, quienes eran explotadas sexualmente en el sector de Santa Fe, fueron rescatadas de las garras de la red de prostitución más despiadada y aberrante de Bogotá.
Los cuerpos de las siete menores eran comercializados en tres establecimientos nocturnos, lugares donde las obligaban a atender a siete hombres durante el día.
"Los administradores y propietarios de los establecimientos donde las niñas eran explotadas, les decían que, si se presentaba una intervención de la Policía en la zona, ellas tenían que manifestar que eran vendedoras de tinto y que, si los uniformados llegaban a preguntarles, ellas tenían en la parte interna unos carritos de tinto para que pudieran disimular", dijo la agente infiltrada de la Policía.
Según el relato de la agente de la Policía infiltrada en la investigación, la organización falsificaba cédulas para hacerlas pasar por adultas y les tenía listos puestos como vendedoras de tinto en caso de que las autoridades adelantaran labores de registro.
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"En las entrevistas, ellas plasmaron que los clientes las golpeaban. La banda era tan estructurada en el sector que tenían personas encargadas de pasarles los preservativos a las menores, las personas que recibían el dinero después del acto sexual y las que entregaban las habitaciones. La estructura las obligaba a cobrar un promedio de 40.000 a 45.000 pesos por cliente", añadió la agente.
De acuerdo con la Policía se identificaron a tres personas, quienes serían socias por ser propietarios de establecimientos y en cada uno tendrían colaboradores, lo cual arrojaría cinco administradores, quienes finalmente permitirían este tipo de relaciones.
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