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Este es el Editorial de Ana Cristina:
“El político tal vez no sea capaz de pensar cualquier estupidez, pero siempre es capaz de decirla”, versa uno de los escolios de Nicolás Gómez Dávila. Podríamos agregar al aforismo que los políticos siempre son capaces de decir y, además, de hacer estupideces.
Pero entre todas, la estupidez más nociva de nuestros políticos es servir como propagadores y legitimadores de diversas formas de violencia.
El viernes anterior se dio a conocer un video que tuvo lugar en las calles del municipio de Ciénaga de oro (Córdoba): se trata del vicepresidente, Germán Vargas Lleras, que camina junto una multitud que lo acompaña. De repente, una señora intenta acercarse a él para saludarlo, un escolta del esquema de seguridad del vicepresidente se cruza en el camino y aparentemente pisa a su jefe.
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La reacción de Vargas Lleras, el personaje con más alta aceptación según la más reciente encuesta Gallup, es agredir físicamente a su escolta.
Todo el mundo se escandaliza en redes sociales por la agresión frente a la cámara, parecen olvidar que habitan el mismo país donde, en diciembre de 2007, el presidente Álvaro Uribe le dijo por teléfono a Luis Fernando Herrera Zuluaga, alias “La Mechuda”: “Le voy a dar en la cara marica”.
Es la misma Colombia, en la cual Liliana Rendón siendo senadora de la República le dijo a Yamid Amat, en televisión y en horario triple A: “Si mi marido me casca es porque yo me la gané”.
Pero esto no es cosa de estas épocas:
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José Antonio Montalvo Berbeo, ministro de Gobierno de la presidencia de Mariano Ospina Pérez, dijo: “A este país lo pacificamos a sangre y fuego”.
Laureano Gómez, presidente conservador, sentenció: “Mi pasado me da autoridad para emplear esa táctica en que aparentemente soy agresivo, violento y matón".
¿Acaso Vargas Lleras le hubiera pedido excusas a su escolta si no lo hubieran grabado? ¡Una figura pública en posición de superioridad, por su mando y cargo, agrediendo al subordinado que cuida su vida!
Mucha indignación en redes sociales y en las conversaciones de cafetería por la violenta reacción de Vargas Lleras, pero en las urnas seguimos votando por los de su estirpe: iracundos sin autocontrol, abusadores violentos en su accionar y en su hablar. Los colombianos insistimos en votar por los mismos personajes agresivos y vulgares, cuyo gran sueño es vivir de nuestros impuestos y dirigir nuestro destino como les venga en gana, en medio de la más laxa impunidad.
Cierro con otro escolio de Nicolás Gómez Dávila: “El pueblo no elige a quien lo cura sino a quien lo droga. Errar es humano, mentir, democrático”.
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