Llegar cargando con termos llenos de tinto caliente, vistiendo de forma escotada o sugerente o quedarse en el parque durante determinado tiempo, sin hacer mucho, se convirtió en una sentencia para quienes habitaban la Plaza Botero durante años, después de que la alcaldía de Medellín decidiera cerrarla.
Así lo cuenta Gisela Ardila, mujer vendedora de tintos que ha sido testigo de cómo a sus compañeros le impiden ingresar a la plaza: "Aquí en una entrada les exigen un vestuario, les exigen no entrar con termos ni con sus ventas y para mí esto es inhumano. Cómo ha de ser que una trabajadora sexual vaya a entrar con su vestimenta y le quiten el derecho a entrar porque viene vestida de su forma", dice Gisela.
Por esta razón es que varias corporaciones, fundaciones y organizaciones que agremian a trabajadores informales que habitan el centro de Medellín se unieron para decirle al alcalde Daniel Quintero que su medida no es un abrazo, tal y como lo explicó Valery Parra, de la organización Putamente Poderosas.
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"No es un abrazo. Es una persecución al trabajo informal; es una persecución al trabajo sexual; es una persecución a las personas que no hacemos parte de lo bonito de la ciudad", explica Valery.
Ante los atropellos que dicen estar viviendo, las organizaciones se unieron para enviar un derecho de petición al alcalde para solicitar toda la información del cerramiento y se preparan para instaurar varias acciones de tutela por la vulneración al derecho al trabajo de las personas que hoy se sienten excluidas y a quienes le impiden el ingreso a la Plaza Botero.
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Polémica por el cerramiento a la Plaza Botero
Cabe recordar que la polémica por el cerramiento de la Plaza Botero comenzó cuando, a través de una carta, el maestro Fernando Botero señaló que el lugar fue concebido para transitar libremente. En respuesta, el acalde de Medellín, Daniel Quintero, aseguró que no se trata de un cerramiento sino de "un abrazo para recuperarla".
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