Las calles cercanas al puerto de Turbo reflejan el dramático escenario humanitario que miles de jóvenes, adultos y niños están experimentando al escapar del hambre y la falta de oportunidades en sus lugares de origen.
Kinverly Castro, por ejemplo, es una joven venezolana que dejó su país hace unos meses en busca del sueño americano. Hoy, junto a sus cuatro hijos, su madre y otros familiares, ha recorrido carreteras y cruzado riachuelos para llegar a Turbo, donde ahora acampa en el margen de la calle. Aunque las horas parecen interminables, encuentran consuelo en el amor que se tienen como familia.
"Sí, es cierto que se siente miedo. Recuerda que uno no sabe a qué se enfrenta, y más cuando se tiene la responsabilidad de cuatro vidas que dependen de uno. ¿No tienes miedo de adentrarte en la selva con los niños? Sí, tengo miedo, pero con la ayuda de Dios, todo es posible. Lo más importante es llegar a dónde? A EE.UU. - ¿Y por qué? El futuro de los niños depende mucho de los padres, así que el sacrificio es necesario. Les deseamos mucha suerte y éxito", expresó Kinverly.
Cada tres pasos, la historia se repite, con pequeñas variaciones.
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Leidy salió de Venezuela hace 8 meses con su familia y también su mascota. Tienen que enfrentar altas temperaturas; según el teléfono, en este momento estamos experimentando 30 grados de calor.
"Dejar a tu familia, a tus seres queridos, todo... los amigos de muchos años. Es una experiencia fuerte, es duro abandonar tu país para luchar en otro", relató Carmen Márquez, una venezolana.
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Cada 5 minutos, el puerto de Turbo y la terminal de transporte reciben vehículos llenos de personas que, en su mayoría, no se conocen entre sí, pero comparten el mismo temor y, al mismo tiempo, la misma ilusión: proporcionar una mejor calidad de vida a sus seres queridos.
Los recursos son escasos y los gastos, incalculables. Algunos denuncian que les cobran hasta 160 mil pesos por tomar una lancha que los lleve desde Urabá hasta Capurganá, adentrándose en la selva del tapón del Darién durante unos 10 días.
"Nos cobran 75 mil pesos por persona, incluyendo la tasa portuaria. ¿Por qué algunos dicen que les cobran 160 mil? No estoy segura, aquí manejamos estos precios. Además, 95 mil para Capurganá. ¿Los niños también pagan ese valor? A partir de un año, se les considera pasajeros, pero solemos cobrarles 50 o 30 mil", explicó Camila Cardona, vendedora de boletos.
Las autoridades están presentes en la zona, pero la cantidad de migrantes supera sus capacidades para brindar asistencia adecuada.
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