Sentados en la esquina del pueblo, mientras suena música a todo timbal, son cuatro señores de más allá de 45 años los que recuerdan cómo era un domingo hace meses en Puerto Valdivia.
Refieren disputas de pedacitos de la calle para poner sus puestos y vender a los campesinos.Hoy, solo están algunos motocarros, una señora que vende jugos de naranja y la vía hacia el río más desocupada que nunca.
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