Las balas y el poder intimidatorio de la época más cruenta delnarcotráfico en el país permearon múltiples realidades y escenarios de la vida nacional, situaciones para las que no fue ajena la justicia.
La noche del 8 de abril de 1985, a la entrada de su casa en el barrio La Floresta, al occidente de Medellín, fue acribillado el magistrado Álvaro Medina bajo la mirada impotente de su esposa y su hijo Ricardo, quien para entonces tenía siete años.
"Yo estaba en la casa y vi desde la ventana, él llegó con mi mamá en un vehículo, descendieron y no no dijeron nada, simplemente empezaron a disparar y ahí fue donde lo acribillaron y terminaron su con su vida", recuerda Medina.
El único pecado del magistrado fue haber actuado conforme a la ley en un caso que implicaba a Pablo Escobar y algunos de sus lugartenientes, ordenando una de sus primeras capturas.
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"Estaba en el Tribunal Superior de Medellín, en la Sala Penal le asignaron un caso de Pablo Escobar y sus lugartenientes, él confirmó una detención contra estas personas y a partir de ese momento recibimos amenazas durante un año y al siguiente año fue asesinado", dice el hijo del magistrado..
Junto a Álvaro Medina en un poco menos de una década fueron cientos los miembros de la Rama Judicial víctimas de la persecución y las balas asesinas del Cartel Medellín, una situación que trastornó los valores y puso en jaque a una institucionalidad resiliente, que a pesar de los defectos ha seguido allí.
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Viviendo a su vez han continuado los miles de familiares de las víctimas de esta tragedia quienes a pesar de un sentimiento de perdón con el pasado y de reconciliación siguen buscando justicia y reparación por el grave daño y dolor causado a sus vidas y las de sus seres queridos.
"Intimidó la justicia, intimidó el Estado, intimido al país, intimidó la sociedad, cambió los valores e inclusive ahora tantos años después, las víctimas seguimos reclamando justicia y a nadie le importa", puntualiza Ricardo Medina.
La guerra del Cartel contra la justicia fue un capítulo amargo que dejó profundas cicatrices, imborrables, pero a la vez una sociedad resiliente y amante de su territorio en el que han decidido seguir construyendo todos los días mejores páginas para su historia.
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