‘La Catira’ es una de las venezolanas que debido a la crisis humanitaria que se vive en su país, ofrece su cuerpo a cambio de dinero en las calles del Centro de Barranquilla.
Dice que trabaja en un estadero donde ofrece “cosas adicionales”. Esas cosas adicionales a las que se refiere son los servicios sexuales que ofrece esta venezolana de 32 años de edad. Nació en Maracaibo, vivía en San Fernando de Apure y hace una año llegó en busca de oportunidades a Barranquilla ante la crisis del vecino país.
Rubia, con un rosario colgado en el cuello que lleva una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, a un lado de la carretera en la calle 39 con carrera 41, trabaja como prostituta junto a una decena de compatriotas en un trabajo que califica como honrado.
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Sentada en un andén, ‘La Catira’ se ruboriza al contar cómo pasó de ganar 20 mil pesos por más de 15 horas de trabajo diario a obtener hasta 300 mil pesos en una noche a cambio de atender a nueve clientes en un burdel del Centro de Barranquilla.
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Justo antes de abandonar la entrevista, la mujer aprieta sus labios pintados de fucsia y con coquetería le guiña el ojo a un cliente que la elige entre el ramillete de opciones, a su vez, ‘La Catira’ sonríe al contar cómo las venezolanas despiertan celos entre las trabajadoras sexuales de la zona por aquella fama de que son mujeres bonitas y están cobrando barato los 'polvos', como le llaman al rato de sexo.
Luego, se levanta y camina contoneándose segura de que más que las pecas en sus hombros, está levantando suspiros por lo poco que oculta su diminuto short de jean y el escote sin brasier con el que atrae a la clientela mientras la medalla del Sagrado Corazón salta en su pecho al ritmo de su andar.
Escuche aquí la primera entrega de este informe:
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